martes, 12 de octubre de 2010

El Gato de Schrodinger

Mico (Gato de Antonio Narváez)
             Para aquellos que no conozcan de que va la “historia”, en este caso paradoja, se trata de un experimento imaginario que se basa en una de las hipótesis de la mecánica cuántica. El experimento en sí consiste en introducir en una caja opaca un gato, una botella con gas venenoso y un dispositivo con un átomo radiactivo en su interior. El átomo tiene una probabilidad de desintegrarse del 50%, y si lo hace se activa el dispositivo, rompe la botella y el gas mata al gato. Según este planteamiento el sistema establecido tiene un comportamiento como una función de onda, de modo que hasta no abrir la caja en su interior pueden ocurrir dos cosas, la muerte del gato o que siga vivo. 
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             Siguiendo esta idea entramos en la posibilidad de los universos paralelos donde al existir las dos posibilidades sin poder discernir cual ha ocurrido, se crearían dos universos al abrir la caja, uno en el que el gato está vivo y otro en el que ha muerto.
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Más de uno se estará preguntando a donde quiero llegar con todo esto... Pues al mundo de las decisiones, las elecciones, el sí y el no, el blanco y negro, a o b. Imaginad por un momento que cada pequeña decisión que tomamos a lo largo del día, condicionara la vida que vamos a tener, en la que solamente tu “YO” presente y consciente es conocedor de lo que acontece, y habría miles de otros “Yo” que seguirían una vida independiente y de los cuales tu no tendrías saber de su existencia. 
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             Pero basta con que esta posibilidad se plantee en decisiones más trascendentales, como las reflexiones que abordan mi mente en ocasiones, momentos de mi vida en los que se podría haber cambiado todo, y que se formulan en mi pensamiento con la pregunta “¿Qué habría pasado si…?” o con la frase “Y si hubiera…”. De este modo podría decir qué habría pasado si en lugar de estudiar en Archidona, lo hubiese hecho en Antequera, o si en lugar de hacer la carrera en Málaga, la hubiese hecho en Granada, o haber hecho Fisioterapia en vez de Medicina. De igual manera otros recuerdos me asaltan como la última crisis asmática y broncoespasmo con 12 años o aquella vez que nos salimos de la carretera con el coche con apenas 18, quizá en estos a y b no dependen de ti. En esos instantes sí que te puede cambiar la vida.
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             Otras veces el rumbo de la historia puede establecerse en cuestión de una fracción de segundo, como la trepidante vuelta de Praga, en la que casi perdemos el avión, casi perdemos el metro y casi perdemos el autobús de vuelta desde Madrid… tal vez un solo semáforo en rojo de más, un despiste de puerta de embarque, un tropezón con una maleta, más gente de la cuenta en las escaleras mecánicas, etc… habría sido más que suficiente para que el viaje hubiera terminado con un cabreo importante y un desembolso monetario doloroso. Menos mal que no fue así.
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             Y si en algún momento de nuestra historia nos hubiésemos equivocado de un modo vital para el curso de nuestro destino, sin entender a este como algo determinista sino más bien como un camino ancho del que parten y abocan múltiples callejuelas y por las que vamos caminando en nuestra existencia… si hubiéramos errado y no pudiéramos volver a nuestro curso. Habitualmente hay múltiples elementos sobre los que decidimos casi sin pensar porque son banales, triviales, sin importancia… pero la inercia de este hecho no nos debería volver irreflexivos para evitar la misma ligereza en cuestiones que podrían marcar los días que nos quedan. Pensar, decir, actuar.


viernes, 1 de octubre de 2010

Desconexión


Desconexión.

             Un desvanecimiento… el cuerpo se desploma y cae como un gran tronco en medio de un bosque en tala. Cae irremediablemente atraído por la ley de la gravedad y cae sin sentido, sin dirección, sin poder coordinar su ubicación respecto a lo que le rodea. Es un peso muerto, tosco, absurdo, solamente masa imposible de frenar. Esa mente que por algún motivo pierde por un instante el riego suficiente como para atarla a este mundo guarda aún un último flujo, para poder ver como a cámara lenta pierde el control sobre sí y se envuelve en una tiniebla oscura para finalmente golpear contra el suelo.

             El golpe es seco, sordo y con cierto rebote hasta que se para por completo. Silencio en el interior. Gritos en el exterior inaudibles por el caído. Sensación de terror y pánico ante una escena que se escapa a la capacidad de reacción de la gente de a pie. No responde. Llamada al servicio de urgencias que a su llegada se encuentra al paciente despierto y consciente, pero desorientado, no reconoce a quien tiene alrededor, se niega a moverse y que lo trasladen al hospital. Despierto pero fuera de sí. Se ven obligados a llamar a la policía para su traslado.

             Llega al hospital, sereno, no parece violentarse por la situación. Presenta una contusión frontal importante, pero está perfectamente alerta. Lo desposan y me lo llevo a consulta en camilla.

             Una mirada limpia, azul y penetrante clava sus pupilas firmemente y con expectación sobre mis ojos. Comienzo la anamnesis y en seguida me percato de que algo no está bien. No puedo ni recoger los antecedentes personales porque solo me responde con “si” y movimientos de cabeza. Me voy a la información del ordenador donde se recogen ciertos antecedentes mentales, pero esto era algo más. Paso directamente a la exploración neurológica y de lo único que puedo estar seguro es que está consciente y orientado en persona. Solo asiente, mueve la cabeza o dice “si”. En su expresión veo frustración porque el mismo se da cuenta de que algo no va bien. Le hago preguntas sencillas pero pese a parecer intentar encarecidamente buscar palabras no sale nada de su boca, salvo resoplos y movimientos de cabeza. Creo entender que ha desarrollado algún tipo de afasia y le pido un TAC de cráneo.

             Previo al informe por el radiólogo, con la técnica ya realizada me aventuro a ver si descubro en la imagen el origen de la lesión, y efectivamente, además de la evidente contusión en el frontal con una hemorragia subgaleal (o lo que es lo mismo para los profanos un chichón grande), conforme bajo los cortes del TAC se empieza a vislumbrar un aumento de densidad, una borrosidad blanquecina que dibuja el cráneo en su interior correspondiente a una hemorragia subdural importante, con un edema franco que elimina los espacios entre surcos y circunvoluciones, y que origina un desplazamiento de la línea media del cerebro de 8mm. El paciente pasa a observación donde se valora por Neurocirugía.

             Hasta qué punto se ha podido alterar esta red neuronal, quizá para siempre… sin reconocer a quienes le rodean, siendo incapaz de expresar un pensamiento que ya estaba trastornado en origen y que ahora es preso en una cárcel de hueso. Tal vez lo mejor que le hubiera pasado es haber encontrado al final del mundo desconectado.