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Mico (Gato de Antonio Narváez) |
Para aquellos que no conozcan de que va la “historia”, en este caso paradoja, se trata de un experimento imaginario que se basa en una de las hipótesis de la mecánica cuántica. El experimento en sí consiste en introducir en una caja opaca un gato, una botella con gas venenoso y un dispositivo con un átomo radiactivo en su interior. El átomo tiene una probabilidad de desintegrarse del 50%, y si lo hace se activa el dispositivo, rompe la botella y el gas mata al gato. Según este planteamiento el sistema establecido tiene un comportamiento como una función de onda, de modo que hasta no abrir la caja en su interior pueden ocurrir dos cosas, la muerte del gato o que siga vivo.
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Siguiendo esta idea entramos en la posibilidad de los universos paralelos donde al existir las dos posibilidades sin poder discernir cual ha ocurrido, se crearían dos universos al abrir la caja, uno en el que el gato está vivo y otro en el que ha muerto.
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Más de uno se estará preguntando a donde quiero llegar con todo esto... Pues al mundo de las decisiones, las elecciones, el sí y el no, el blanco y negro, a o b. Imaginad por un momento que cada pequeña decisión que tomamos a lo largo del día, condicionara la vida que vamos a tener, en la que solamente tu “YO” presente y consciente es conocedor de lo que acontece, y habría miles de otros “Yo” que seguirían una vida independiente y de los cuales tu no tendrías saber de su existencia.
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Pero basta con que esta posibilidad se plantee en decisiones más trascendentales, como las reflexiones que abordan mi mente en ocasiones, momentos de mi vida en los que se podría haber cambiado todo, y que se formulan en mi pensamiento con la pregunta “¿Qué habría pasado si…?” o con la frase “Y si hubiera…”. De este modo podría decir qué habría pasado si en lugar de estudiar en Archidona, lo hubiese hecho en Antequera, o si en lugar de hacer la carrera en Málaga, la hubiese hecho en Granada, o haber hecho Fisioterapia en vez de Medicina. De igual manera otros recuerdos me asaltan como la última crisis asmática y broncoespasmo con 12 años o aquella vez que nos salimos de la carretera con el coche con apenas 18, quizá en estos a y b no dependen de ti. En esos instantes sí que te puede cambiar la vida.
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Otras veces el rumbo de la historia puede establecerse en cuestión de una fracción de segundo, como la trepidante vuelta de Praga, en la que casi perdemos el avión, casi perdemos el metro y casi perdemos el autobús de vuelta desde Madrid… tal vez un solo semáforo en rojo de más, un despiste de puerta de embarque, un tropezón con una maleta, más gente de la cuenta en las escaleras mecánicas, etc… habría sido más que suficiente para que el viaje hubiera terminado con un cabreo importante y un desembolso monetario doloroso. Menos mal que no fue así.
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Y si en algún momento de nuestra historia nos hubiésemos equivocado de un modo vital para el curso de nuestro destino, sin entender a este como algo determinista sino más bien como un camino ancho del que parten y abocan múltiples callejuelas y por las que vamos caminando en nuestra existencia… si hubiéramos errado y no pudiéramos volver a nuestro curso. Habitualmente hay múltiples elementos sobre los que decidimos casi sin pensar porque son banales, triviales, sin importancia… pero la inercia de este hecho no nos debería volver irreflexivos para evitar la misma ligereza en cuestiones que podrían marcar los días que nos quedan. Pensar, decir, actuar.