Otoño
Las horas de luz llevan acortándose semanas y son día a día cada vez menos los rayos de sol que nos calientan. Caen paulatinamente las temperaturas y una brisa de aire fresco te golpea por las mañanas la cara y te sube por las mangas de la camisa que bajas y abotonas en sus puños. Si el sol te da de espaldas notas una reconfortante calidez que templa tus vellos antes erizados por un escalofrío.
En los cielos se agrupan a distintas alturas nubes de blancos y grises, y en la lejanía se vislumbra una oscuridad opaca. Un destello zigzaguea atravesando veloz la bóveda etérea y ciega los ojos que lo miran. Un silencio se extiende como una onda expansiva abrazando la ciudad, haciendo enmudecer el gorjeo incesante de los gorriones. Pronto rompe un estruendoso atronador ruido que quiebra la atención de las personas en la calle y estremeciéndolas ven como una bandada de pájaros sale despavorida para introducirse entre los árboles.
Se resquebraja el firmamento en un aguacero que hace de las calles ríos de agua y gente, que bulliciosa se apresura a resguardarse bajo algún vuelo de tejado con los hombros encogidos y la cabeza hundida. Los pasos chapotean acelerados y salpican a su alrededor creando fuentes en miniatura a ras del suelo y los coches pasan veloces batiendo el agua sobre sus cristales y lanzando tsunamis sobre las aceras.
No es de extrañar que en los corazones de los viandantes se creen sentimientos de melancolía al ver como paulatinamente se desdibuja otro año entre ocres, grises y bronces.
La descripción del ambiente es de un alergologo! Que precisión! Un abrazo!!
ResponderEliminarbueno, un alergólogo habria comentao los pólenes de cupresáceas y casuarinas ....
ResponderEliminarbonitas imágenes y palabras¡¡
Un bso